Lo Dicho y Más





Más allá de los posibles inconvenientes que se pudieran presentar respecto de las dudas que genera elegir, la cuestión era justamente la elección en sí misma. Siempre y cuando estuviese ordenado según un criterio establecido de manera previa entonces las diferencias se podían subsanar a fuerza de paciencia, de lo contrario no existía ninguna posibilidad de salvarse de un final inminente pero sobre todo feo y sin gloria, más que nada deslucido. Era la necesidad de dolor, ese era el problema, las dos teníamos una oscura necesidad de dolor, una lluvia de cuatro años que pudra todo incluso lo enterrado en lo más profundo y la ilusión de que luego del dolor más inmenso que alguien pueda imaginar íbamos a estar preparadas para la redención, para el goce y la felicidad. Pero eso no pasa, saltar de miseria en miseria es algo que se puede repetir sin remedio y volverse costumbre, por eso era tan importante la decisión en sí misma y por eso la vocación de dolor era en realidad cobardía, miedo pero miedo del puro.     

 



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