Remoto. en 21:47

Duele la panza. Arden en remolino ascendente los recuerdos, hoy te extraño sabés. Quizá porque la vida suena injusta de nuevo y soy la espectadora. Me pesan los brazos y no puedo desabrochar la camisa. Quisiera olvidarme del instante crucial, del clímax de aquel momento que fue verdad. Aborrezco la certeza del cansancio, la retroalimentación al infinito y la síntesis dialéctica. No existe el antídoto para esta enfermedad que no mata, pero te extraño otra vez, y cada vez, cada coma y sus detalles, cada dedo y su propósito, cada domingo y su lunes, cada instante y tu ausencia. No supe ser la que se adelantara a los acontecimientos, tarde le comuniqué a mis contemporáneos mis fantasiosas pretensiones, ya estaba todo hecho, las consecuencias ya tenían sus causas y las ideas volaban rozando los cráteres inflamados. No te culpo, pero te reprocho que me duela el silencio de la cena y que tu presencia juegue esquiva desde aquel portarretrato. Hoy te extraño, sabés. Hoy más que nunca te extraño.