No era mi intención, se lo digo ahora y espero no tener que volver a repetírselo. Me fui de Baxus con la firme intención de dejar atrás una vida de un color que no me agradaba (los colores son muy importantes para mi). Viajé a Buenos Aires convencida de que el brillo de la luz artificial haría de mi una persona verdadera, un ser que siente y vive con intensidad. Confesarle a usted que mi idea era equivocada sería caer en un lugar común, pero no hay alternativa para decir como fueron y como son las cosas. La que estaba envenenada por dentro era yo. No era el pueblo, ni la panadera, ni mi hermano, yo llevaba dentro mío el peso de una existencia miserable y la arrastraba por cualquier lugar por donde transitara.Mi propio interior era el único refugio probable. Sin embargo, ya ni siquiera mi alma era capaz de soportar tanta mansedumbre. La sensación era de continua necesidad. Y aunque el fatal eco de lo correcto me perseguía y me atormentaba con insistente paciencia, yo estaba empecinada en un solo verbo. Y le pregunto a usted, que seguramente me juzgara en cada línea, ¿cómo dejar de pensar, de sentir?. Y aunque conciente de lo oscuro de mis deseos, esperaba con ansias su aparecer por esos pasillos, anhelaba de modo enfermizo esos pasos, esperaba ese pecho bien apretado contra el mío, esos labios, y no otros, sobre mis propios labios. Ese cuerpo delicado, soñado tantas noches y deseado con tanto ímpetu que me sentía explotar cada vez que respiraba el mismo aire que mi bien amado. Su aroma tan peculiar, amargo como la hiel, pero dulce como la culpa, teñido por la irrefrenable pulsión de poseer, de saber en lo más profundo de mi alma que me pertenecía solo a mí.
Pero, cómo tener esos pensamientos, cómo soportar el peso de tan indigno sentimiento, cómo dejar que crezca dentro de mí tan aberrante atracción, tan desviada excitación, cómo pretender que los demás entendieran los motivos, que comprendieran mi profundo y sincero amor. Póngase en mi lugar, yo no podía desear esos ojos de un obsceno color verde, tan penetrantes, tan profundos y tan ajenos, tan lejanos. No me pertenecían, no eran míos más que por los pocos instantes que duraba una mirada regalada al pasar, pero nunca posados por largos minutos sobre mis propios ojos con la intención de ver a través de ellos.
Con el correr de los días mi sentimiento se convertía en dolor y mi soledad y mi incapacidad para la civilidad en el refugio de mi vergüenza, de mi obsesión. Y si por momentos sentía olvidar, volver a verlo, volver a sentir su cercanía revivía la culpa que me provocaba amar de ese modo incontenible, y recordar su pelo morbosamente negro mientras preparaba una mudanza improvisada para escapar fue el último y el único acto de dignidad que realicé en mi vida.
Pero no era suficiente, pues la idea de abandonar un lugar y dejar todo lo que me molestaba allí era tan ingenuo como creer que la muerte es el principio de un maravilloso camino sin final y colmado de felicidad. Supongo que al darme cuenta de esto comenzó la idea de escribirle a usted estas palabras como una especie de redención de mis pecados o de mis ilimitadas falencias.

4 comentarios:
este es uno de las que más me habían gustado.
hasta mañana
Siempre me alegro de que algo de este blog le guste.
Besos.
Hasta mañana.
Los colores son muy importante para mi!!! y para mi tambien! te quiero mi vida
Qué personalidad señorita!! No termino de asombrarme navegando de blog en blog... Hay lugares que me atraen más que otros, hay lugares que extienden sus brazos a las visitas y comentarios, hay otros que les son indiferentes y otros que los rechazan... Pero hay lugares, hay palabras, que uno no lee en vano...Ciertamente, éste es el caso...
Besos...
Ana.
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