Conversación.

¿Nunca tuvo la sensación de articular sonidos sin sentido?
Hablábamos, es verdad. Hablábamos durante horas enteras. Aunque en realidad no conversábamos, sino que nos sentábamos uno frente al otro mientras un majestuoso escritorio nos servía de sutil intermediario. El contaba de un modo vehemente su ensayada mentira, y yo escuchaba debatiéndome entre un sentimiento de colérica desconfianza y un supremo asombro.
Hablábamos, es verdad, pero no conversábamos. Pues a pesar de que los temas eran extremo interés para mi joven mente, las palabras que salían de su boca convertían hasta la causa más noble en frivolidad y teatro barato, más no podía dejar de escucharlo porque mi torpe ignorancia encontraba una suave aliciente en sus irritantes palabras, en ese ser prefabricado que buscaba con un vocabulario elevado e ideas harto manoseadas esconder un ser vacío, o mejor dicho, lleno solamente de ideas de lo que él y los demás debían ser. Yo, mientras tanto, podía regocijarme alegremente en su error y sentirme enaltecida en los placeres de un espíritu libre de ciertos vicios que el tiempo va tallando sin piedad y que, finalmente, nos hacen sucumbir al inevitable porvenir que un día cualquiera se cobra esos actos de incalculable soberbia como el que yo misma cometía cada vez que me sentaba desprejuiciadamente frente a él para escuchar, cada día, su nueva fantasía. Pero lo hacía, deliberadamente lo buscaba aunque en el fondo de mí sabía que odiaba oírlo, sabía que su falsa perfección me enloquecía y que su pálida cara despertaba lo más ruin de mi ser. Pero lo escuchaba, si, lo escuchaba, me sumergía una y otra vez en esa atmósfera de dulce sabor que nos envolvía. Lo escuchaba porque no podía no escuchar lo que él tenía que decirme sobre mí misma, porque esperaba de modo enfermizo su aprobación, y aunque conciente que lo despreciaba desde el fondo de mi alma, necesitaba sin remedio su confirmación de que yo era mejor que él. Todos debían saber que yo albergaba en mi esencia algo auténtico y que no era sólo el despojo de una idea robada. Sentía la necesidad de ponerme a la misma altura que él sólo para que los demás notaran que éramos diferentes. Por eso lo escuchaba, lo escuchaba para comprender cada uno de sus pensamientos y nunca ya más repetirlos, lo escuchaba porque no tenía más elección que hacerlo, pues su voz brotaba como de mi propio interior. A pesar de todo, lo escuchaba, porque no hacerlo significaba hablar y que él me escuchara y que yo misma escuchara mi propia voz articulando tímidamente mis más hondos sentimientos aunque disfrazados hábilmente por una perfecta modista, significaría que yo pasaría a ser el eterno payaso que se ridiculiza maquillando su cara con llamativos colores, significaría que yo sería la vil mentirosa que cautelosamente aprende lo que debe decir al juez para no ser condenada. Aunque en el fondo me sabía sentenciada a tener que escribirle a usted todo esto como una forma, ridícula, de liberarme.

6 comentarios:

Veronica dijo...

"Das Gespräch das wir sind"

Pili (Como Cher...) dijo...

Agradezco que enaltezca mi reflexión con un aporte de la filosofía, pero tenga en cuenta que esto es sólo un garabato de una persona con serios conflictos para comunicarse. "La conversación que somos", o las conversaciones que nos hacen, en parte, ser lo que somos...
Saludos.

Artus dijo...

Continuando el pensamiento. Los silencios, dicen cómo somos..., se puede intuir - en ellos - al otro, o a uno mismo.

Saludos, damita.

Pili (Como Cher...) dijo...

Lo que se dice se dice, lo que no se dice dice mucho tambien, pero lo que se dice, dice muchisimas más cosas que lo que se esta diciendo...
Saludos.

talita dijo...

muchas conversaciones se nos obligan. ¿no te has encontrado escuchando una sarta de sandeces y en el fondo has dicho, yo alguna vez fui como él?
alejese de ese escritorio, pero siga escibiendo por aqui.
salutes pili

Pili (Como Cher...) dijo...

No se preocupe Talita ese escritorio lo abandoné hace varios años y esta fue la manera que encontré de describir la sensación que esa extraña relación me provocaba.
Besos.

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