Justicia.

La vida muchas veces es terriblemente sorprendente, sin embargo si uno fuese capaz de analizar cada uno de los pasos que realizó antes de llegar adonde se encuentra parado, y no sólo los eventos que le ocurrieron a uno personalmente, sino todos aquellos que se relacionan con ese instante de incalculable injusticia, supongo que dejaríamos de pensar que existe el azar. Tiene explicación, que no nos guste o que sea inaccesible es otra cosa.
Simplemente no existe la capacidad de analizar la cantidad de información necesaria para entender cada uno de nuestros micro-actos, ahora bien, sin ponernos exquisitos, se imaginará que a esta altura de los eventos el último de mis deseos es tentar al destino con un exceso de detallismo, es posible que tan sólo haciendo una profunda retrospección encontremos algunos actos claves que explican el por qué de nuestro presente y nuestro posible futuro.
Baxus era aquel tipo de pueblo que oculta en sus casas todo tipo de historias, así como de personajes. Gente que había vivido allí por demasiadas generaciones y cuyas almas guardaban incontables secretos.
Cuando era niña una mujer llamaba mi atención más que nadie en Baxus. Las vecinas decían que tenía más de 120 años, pero mi madre sostenía que no pasaba los 90, de cualquier forma para mí eran números incomprensibles. Lo más llamativo, sin embargo, era su aspecto. De grande escuché en algún lugar que la vejez es como la niñez, si uno logra vivir una cantidad de años insospechada el estado en el que acaba es similar a la más tierna infancia y esta mujer vivió más de lo que cualquier incrédulo hubiera afirmado. Al verla era increíble la idea de que alguna vez había sido una fuerte adulta, no sólo su estatura era infantil, sus cabellos blancos no tenían más densidad que los de un bebé, su rostro trasmitía la curiosidad que sienten los niños cuando empiezan a comprender su existencia y lo que los rodea.
A pesar de estar fascinada por su eterna existencia un terrible sentimiento de angustia me llenaba cada vez que pensaba en su soledad. Tantos años de existencia, tantas cosas vistas y vividas para finalmente terminar jugando en un oscuro rincón con una muñeca que le había pertenecido durante mucho tiempo. La vida y la muerte se la disputaban, pero sus actos la habían condenado a seguir en ese estado indefinido de sopor, nadie la reclamaba en la tierra y la muerte caprichosa se negaba a finalizar dignamente con la vida de una persona que había cometido errores.
Era irresistible, cada vez que me sentaba a su lado mis ojos no podían evitar buscar las imperfecciones de un rostro tan golpeado por las incoherencias, pero no existían. La juventud se había instalado en sus pómulos y en sus manos. No crea que no intenté quitar de mi cabeza las ideas que esa mujer plantaba en mí, pero a veces es simplemente indefectible.
El día que me fui de Baxus tan sólo me despedí de aquella incógnita. Durante muchos años mi mente volvió hacia la imagen de esa anciana detenida en una época muy lejana, supongo que siempre temí acabar de un modo similar. No lo sé.

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