Lo Dicho



Tenía algo que decir… ¿Tenía algo que decir?... Se aclaró la voz con un brusco carraspeo mientras miraba hacia los lados. No, no tenía nada que decir, al menos nada que alguien no hubiese dicho ya. Habitualmente nos pasa, e igual decimos. Todos decimos lo mismo todo el tiempo, a cada rato repetimos y volvemos a repetir cosas que ya se dijeron, cosas que ya se sintieron, cosas que ya se vivieron; y cada vez las volvemos a decir. Se sentía agobiada, pero no tenía nada que hacer al respecto. La dramática espiral de iteración no podía venir justamente ahora a plantarse frente a ella y convertirla, de nuevo, en un ser con incapacidades adquiridas previamente, no debía dejarse ahuyentar de sí misma. En lucha cuerpo a cuerpo, y con todas las de perder, se marchitó y se floreció en el lapso de unos instantes aunque debo reconocer que no le sirvió de mucho.      

ENSAYO SOBRE EL CICLO REPRODUCTIVO DEL CARACOL AFRICANO (Achatina fulica), A PROPÓSITO DE SU DEVENIR; se escuchó con voz temblorosa en el auditorio. El conjunto de las personas presentes aplaudieron poco, pero con firmeza. Nadie se animó a gritar que no le importaba, todos pusieron caras de sumo interés y se abandonaron al divague, la mayoría del tipo onanista, alguien pensó en la felicidad plena, una ilusión.

Con voz más que monótona dijo lo que tenía que decir y con cierta hipocresía abandonó la sala de conferencias. Tras de sí algunas personas intentaron preguntarle algo pero nadie se esforzó demasiado, últimamente a la gente ni siquiera le importaba disimular. Decir cosas sabiendo que eran intrascendentes era algo que le atormentaba en demasía, hasta un saludo semi-abandonado en un pasillo la dejaba con mal sabor de boca, pero allí estaba involucrada en ese deber descolorido, como todos. Piedra fundamental del SER humano: la comunicación, el ser social, la conciencia de uno mismo, el ser en otros; lo sabía y por eso no se abandonaba al silencio, pero coqueteaba con la idea aunque había una persona a la que disfrutaba y por eso se quedaba, por eso no se había arrancado la lengua cuando había tenido la posibilidad. Sin embargo, cuando la gente tenía una necesidad inapelable de hablar sobre sí misma le invadían unas ganas terribles de vomitar, no podía evitar descargar un odio miserable sobre el resto del mundo y eso finalmente la consumía…          

1 comentarios:

Anónimo dijo...

La famosa espiral de odio. Sólo podemos amarnos a nosotros mismos. Para coleccionistas de colmos.

Pero nunca tan bien descripta. Una denuncia valiente, y necesaria. No afloje. Mate a todos. Mátalos, chica, mátalos.

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