Primero. en 15:19

Las primeras veces son siempre extrañas. Un cobarde ser liminal que abandona el estado conocido y pasa a ser otra cosa diferente. Grandes o pequeños, formales o espontáneos, traumáticos o naturales, los ritos de pasaje te hacen pensar en un futuro que, seguramente, será permanente. Y ahí uno pone en juego toda su competencia, pero también despliega sobre el paño el conjunto de temores que se encuentran agazapados detrás de la camisa. Agitás la botella de gaseosa y la abrís, la espuma brota de manera descontrolada y vos corrés buscando la pileta, pero ya estás toda pegoteada y tu jean favorito esta manchado. Te enfocás, hacés contacto visual, control mental y de manera tímida te decís “esta muy bien, esta muy bien”. Gritás, pataleas, llorás y te autoconvences de que no está mal sentir así, que en un tiempo te vas a reír de haber sufrido por tamaña estupidez. Pero cuando estás transitando el ritual, cuando sos un ser en un límite indescriptible, cuando ni societá, ni communita, cuando no sabés de donde agarrarte y se te cae la bombacha en el medio del dance floor, ahí te preguntás quien mierda te mando a reflexionar sobre la reflexión, y te contestás que, a fin de cuentas, la vida es un agrupamiento coherente de sucesos que se entienden mejor cuando los ves todos juntos y sentaditos en fila india.