Hasta. en 19:46

Hacia el centro ida y vuelta. No soy mística y no voy a empezar ahora, siempre pretendí suponer lo que quería y es tiempo de aceptar que no se nada y que a nadie le importa. Sabiendo que cabe la posibilidad de perder todos los miembros en el intento de cruzar el globo terraqueo en patas de rana, vamos a hacerle honor al evangelio aprócrifo de María Magdalena, vamos a revolcarnos en las propias miserias, yo y mis otros yoes vamos a jugar a que hay que volver a algún lugar para recuperar lo que se perdió en un pasado reciente. En fin, se termina el año, me prometí a mi misma no balancear nada, no pesar la sandia, ni pensar en lo que había hecho durante estos 365 días, así me quedo: mirando el cieloraso mientras una mosquita juega con la luz; así dejo este tiempo y empiezo el nuevo que es lo mismo, pero diferente; así sin culpa ni remordimiento; así en la embolia de la fruta seca y el pan dulce; así en el brindis despojado de seriedad; así en el perfume de algún jazmín; así en el estruendo de los chasqui-boom; así en el pionono de la tía Piti; así en los turrones de Amparo; así sin ganas de reprocharme y sin necesidad de hacerlo; así con unas utopías desteñidas; así con el placer de haber emprendido un camino de ida; así con la conciencia liquada y la epidermis inflamada; así con cosas pendientes y una cosa resuelta; así entre y a través; así con el culo lleno de preguntas.