Irme de Baxus fue, seguramente, una decisión incorrecta. Abandoné el único lugar del mundo en el que podía transcurrir tranquilamente, en el cual podía sorber en paz el oxigeno destinado a mi supervivencia. En fin, ¿vale la pena evocar momentos de la vida que a la lejanía suponemos más felices porque tenemos la seguridad de que no van a volver? Generalmente construimos nuestras conciencias con esos pasados gloriosos, dormidos mansos en el fondo de nuestro estómago. El fuerte color verde y la irremediable horizontalidad presentes no son paño frío para mi febril fijación. Así como el General Aureliano Buendía fundía y refundía el mismo oro para hacer los mismos pescaditos, así sin prejuicios sobre el tiempo, así cíclicamente y sin salida.
29 de noviembre de 2016
Hace 5 años

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